lunes, 7 de febrero de 2011

La falsa fiesta feliz




La vez pasada leí un relato que me pareció interesante. Se trataba de una reunión, la mayor de todas, glamorosa, de moda, de lo 'mejor' del mundo. Y en esta ocasión, los organizadores de la gran reunión decidieron permitir, en un gesto de generosidad magnánima, que cualquier persona pueda ir en el evento más selecto del mundo.

Como todo lo 'bueno' de esta vida, con una condición: que todos los invitados se les pedía como condición ponerse una máscara feliz y que actúen como los seres más felices del mundo.

Llegado el gran día, miles de personas ingresaron, con sus máscaras y sus acciones y palabras felices. El inicio fue el más esperado, y la fiesta comenzó como el más maravilloso de los momentos. La gente bailaba, disfrutaba, escuchaba palabras de elogio, optimistas, algunas sonaban hasta brillantes. La gente era perfecta, el ambiente era perfecto. Y así pasó el primer día y el segundo hasta que se dieron cuenta de que algo faltaba, la comida escaseaba, la suciedad de alguna manera aparecía y los comentarios felices ya no sonaban tan felices. Y las máscaras ya no eran perfectas sino empezaban a caerse, y los invitados notaban sorprendidos y molestos de sus diferencias. Al caer la noche, la gente estaba molesta y dividida, cansada, se mandoneaban unos a otros y solo unos pocos escuchaban las razones, y los problemas de los demás.

Al empezar el amanecer luego de una noche tensa, algunos pocos empezaron a comprenderse, a ver que sus problemas eran los mismos que el del otro, a ver que sus miedos eran similares y venían del mismo lado, y ellos comenzaron a romper las máscaras. Las actitudes positivas falsas habían caido y los que descubrieron a su prójimo salieron de aquel lugar a empezar de nuevo.

Los organizadores, los más molestos de todo esto buscaron a su servidumbre para castigarlos y echarles la culpa. Sólo uno de ellos aún no se había ido y dijo con honestidad pasmosa: ustedes dijeron que todos nos pusiéramos máscaras y actuáramos felices, pues el ser sus siervos maltratados no podíamos ser en la fiesta. Los organizadores le maldijeron, amenazándolo si se iba y arrepintiéndose de haber permitido que la gente se mezclara de esa escandalosa manera. El chico, sonrió esta vez de verdad y cruzó la puerta del local.

Y así llegó el final de la falsa fiesta feliz.

***FIN****

Una vez que terminé de leer esto creo que sentí lo que tú debes estar preguntándote de alguna manera. ¿Cuántas cosas en nuestra vida son como la falsa fiesta feliz? Acaso, son pocos los momentos en que nos permitimos y demostramos estar tristes, y que sí necesitamos el apoyo de alguien. Ahí realmente salen a luz las personas que nos quieren, que nos dan la mano y te dicen vamos para adelante.

Acaso no te ha pasado también, que te topas con gente que no admiten tristezas, que lo ven como algo negativo y que arruina sus vidas y forma de ver las cosas? Y no te preguntas ¿acaso no tienen problemas, o es que acaso lo postergan indefinidamente por una solución de pintura fresca de felicidad?

Obviamente no quiero decir que es malo ser optimista, ni estar feliz.

Claro que no, lo que sí quiero decir es que si uno es solo "optimista y feliz" y ello significa no ver los problemas suyos ni los de los demás, y alejarse de la gente y situaciones similares, entonces ¿esa felicidad no es egoísta o fabricada?

Creo que hasta el mismo optimismo tiene que ser mesurado, lo suficiente como para permitirnos ayudarnos, escucharnos y no alejarnos con miedo a que nos peguen esa infelicidad o 'mala racha'.

Ahora tengo que detenerme, dame la mano, vamos para adelante.

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