viernes, 28 de septiembre de 2007

Klaus Claude Shing Gutiérrez Smith




érase una vez un hombre que para ser hombre viajó por todo el mundo y para ser parte de cada parte del mundo cambiaba cada parte de sí. y cada vez que conocía algo o alguien en tolerable profundidad sentía una necesidad de seguir conociendo más. para vivir comerciaba con cauntía habilidad. para divertirse lo hacía con ostentación, y su placer más grande era ser el centro de atención como novedad en tierra impoluta. a lo largo de su vida le dijeron quédate, amigos, amantes, novias pasajeras, hijos del camino que le seguían, qué estás buscando que no te detienes. a mi mismo respondía con tono erudito.

el día de su muerte en alguna tierra lejana recién formada por lava seca en una latitud perdida del atlántico, tuvo la suerte de que uno de sus hijos, el último que le insistió para que repose, llevara su mensaje a toda la gente que había conocido con gran cariño, y que consideraba importante, decirles cuánto les había querido. el hijo asintió el pedido de su errante padre colocando la yema de sus dedos en sus párpados, cerrándolos y apuntando a la estrella más brillante.

cumplió abnegadamente durante meses viajando y encontrando gente que su padre había conocido. se dió cuenta entonces lo frágil de la memoria de la gente que le preguntaban, quién fue... aaah, claro, el forastero, el viajante, el mercader... sus amigos se rascaban la cabeza y recordaban vagamente algunas anécdotas como fragmentos empolvados de su vida, mujeres que habían sido sus amantes sólo posaban una cara de extrañeza mientras tapaban los oídos a sus hijos. joven, vete, como tu padre, le decían.

hasta que una mujer ya de edad madura y sensata que le confesó haberle amado, en voz baja e india le dijo, hijo, él no quería más que ser libre en una búsqueda que lo encontró sólo con la muerte. no se dio cuenta nunca que uno es lo que la gente llega a conocer de él, y él llega a conocer de la gente. la gente vió a tu padre como un viajero y aventurero, y él vió en la gente una morada temporal. el hijo miró ese brillo especial de la señora, cómo puedo mi padre dejarla... y la mujer interrumpió sus pensamientos mirándolo para decirle, entonces qué es más importante, ¿el lugar dónde estás, o el viaje interior que haces en ti cuando conoces más a una persona?

ese joven entonces se detuvo, y pidiendo perdón a su padre mirando aquella estrella en el cielo, se instaló tomando su nombre entero: Klaus Claude Shing Gutiérrez Smith. y entonces comenzó la búsqueda que su padre nunca terminó, se instruyó, hizo proyectos, conoció a la mujer que amaría siempre y tuvo una familia y amigos en alguna pequeña tierra que cualquiera puede conocer hasta por internet.

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